Tuve un amigo en la universidad llamado Roman Roth, que creció en Berlín.
Era alto y rubio, y liaba sus propios cigarrillos. Siempre pensé que Berlín era un lugar lleno de libertad y, a veces, algo hedonista y anárquico. Por aquel entonces, mi novia y yo hablábamos a menudo de visitar la ciudad. Crecí en Canadá y siempre tuve idealizada a Europa. Finalmente, acabé mudándome a Berlín en 2014,
Me encanta la cultura "kiez" de Berlín. Cada barrio tiene su propio carácter y muchas personas se sienten más cómodas en sus "kiez", especialmente en otoño e invierno. Cada barrio de Berlín difiere drásticamente del otro mediante su propia arquitectura. Durante el gris y amargo invierno, Berlín resulta un paisaje estremecedor y, a veces, distópico, aunque su belleza radica en eso. Imponentes apartamentos de estilo soviético con forma de bloque se sitúan junto a casas antiguas de ornamentadas fachadas, todo junto a monumentos de estilo Bauhaus. A veces, la ciudad emana un aire melancólico que resulta encantador.
Mi kiez está cerca de Tempelhof, un aeropuerto abandonado que se ha recuperado como parque público. En verano, salgo en bicicleta por allí siempre que puedo. Es un placer recorrer la pista de aterrizaje con el viento a la espalda.
En tu kiez, es esencial tener una buena relación con tu "späti": tienda, bodega, quiosco, o como suelas llamar a tu comercio local. Los "Spätis" son el corazón y el alma de Kreuzberg y Neukölln, especialmente en verano, cuando las concurridas aceras se convierten también en bares al aire libre. Allí puedes distinguir a los "club kids" por sus zapatillas desgastadas y, después de mudarme a Berlín, yo también dejé de intentar mantener mis zapatillas impecables. Chris Danforth
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