La nueva colección de Alessandro Michele para Gucci evoca el mundo del Renacimiento, lleno de nuevos comienzos, cuando la moda se convirtió en un sofisticado medio de comunicación. En ella, se recrean detalles históricos y se posicionan con una interpretación contemporánea única, jugando con la simetría y la estructura, para crear una colección llena de fuerza y espíritu. Elizabeth Currie, profesora en el Central Saint Martins College of Art and Design y autora de la reciente publicación Fashion and Masculinity in Renaissance Florence, desvela los significados que se esconden tras la moda renacentista.
La moda ganaba predominancia en las cortes del Renacimiento y las poderosas gobernantes aseguraron que se trataba de un asunto realmente internacional. Catalina de Médici popularizó la moda italiana en la corte francesa y los sastres de Isabel I copiaron los patrones extranjeros. Las mujeres intercambiaban correspondencia para compartir nuevas ideas a nivel internacional y enviaban muñecas vestidas con los últimos estilos en busca de inspiración. Para las soberanas como Catalina de Médici e Isabel I, que tuvieron que negociar sus papeles en un mundo de hombres, su imagen era decisiva para transmitir fuerza.
En 1586, Isabel dijo: ‘Nosotros la realeza, les digo, nos encontramos constantemente en el punto de mira y a la vista de todo el mundo, totalmente observados’. La reputación dependía de ver y ser visto y la vestimenta era el foco central del espectáculo de la corte. Las siluetas marcadas, los corpiños a medida, las mangas voluminosas y las hombreras abultadas, detalles visibles en los desfiles de los estilos de Alessandro Michele, se convirtieron en parte de la armadura que aumenta la visibilidad y la autoridad de una mujer renacentista. Catalina de Médici tuvo que competir con la multitud de amantes de su marido y tuvieron que pasar diez años hasta que finalmente engendró un heredero al trono. Por su parte, Isabel I nunca se casó pero hábilmente convirtió este hecho en una virtud, pues se promocionaba a sí misma como la Reina Virgen, casta y leal a su país por encima de todo.
La moda encarnaba las actitudes hacia la fertilidad y la sexualidad. El motivo de la granada en muchas sedas italianas de lujo era un símbolo de salud, fecundidad y resurrección debido a sus muchas semillas. Los vestidos de lino blanco eran emblemas de pureza moral o espiritual, así como de buena higiene, por lo que era fundamental que fueran visibles siempre. Los pequeños volantes de sus puños y cuellos fueron aumentando progresivamente, hasta convertirse en la icónica gorguera. Las pieles a menudo eran ofrecidas como regalos de boda e incluso se creía que las pieles de marta con pedrería fomentaban la concepción. Las pieles, vislumbradas en los bordes de las prendas, también invitaban al roce y sugerían sensualidad. De esta forma, gran parte del cuerpo estaba oculta en las zonas liminales, como los tobillos, las muñecas y el cuello, que adquirieron mayor carga sexual. Algunos de los accesorios fueron diseñados para revelar y ocultar al mismo tiempo, como los parlets semitransparentes que cubrían la línea del cuello, adornados con rombos de perlas e hilos metálicos. Estos magníficos trajes también se bordaban con significados ocultos. Se bordaban historias en las prendas que, a veces incluían mensajes codificados de carga política. En uno de sus famosos retratos, Isabel I se muestra como omnisciente, portando una capa bordada con motivos de ojos y orejas. En su guardarropa también se incluían joyas y prendas decoradas con motivos de serpientes, que representan la sabiduría.
A la multitud de materiales utilizados en la moda se le atribuían propiedades. Se creía que las piedras utilizadas en la joyería, como el coral, poseían poderes talismánicos o curativos. Tantos los hombres como las mujeres vestían con prendas embellecidas con perlas. Dicha indumentaria era muy preciada, no solo por su belleza luminescente, sino también debido a su aparentemente milagroso génesis atribuido a un grano de arena que fascinó la imaginación renacentista. El conocimiento renacentista de la medicina y la anatomía sugirió que las líneas divisorias entre los sexos podrían ser porosas. La moda ayudó a poner de relieve las diferencias o reducir los límites entre hombres y mujeres.
Estas ideas sobre la fluidez de género se muestran sutilmente en la colección de Alessandro Michele, con delicados bordados en chaquetas de hombre, o alamares trenzados en los vestidos de mujer. Cuando Isabel I usaba este tipo de ornamento, inspirado en los caftanes de los hombres otomanos y posteriormente adoptado en los uniformes militares, reforzó su afirmación de que poseía el corazón y el estómago de un rey. Los hombres, por otra parte, a veces lucían sedas de brillantes colores, plumas y ornamentos que se consideraban femeninos. Para llevarlo a cabo, perfeccionaron el arte cortesano del sprezzatura, una actitud de indiferencia o desenvoltura, que mostraba que no era simplemente lo que se llevaba, sino también cómo se llevaba.
1. The Rainbow portrait of Queen Elizabeth I 1600-1602 In the collection of the Marquess of Salisbury. On display at Hatfield House.
2. Jewel Book of Duchess Anna von Bayern of Bavaria by Hans Mielich, 1552-1555. This unique manuscript is an inventory of the jewelry owned by Duke Albrecht V of Bavaria and his wife, Duchess Anna. The book contains 110 magnificent drawings by the Munich court painter Hans Mielich.
3. The ‘Phoenix’portrait. National Portrait Gallery.
4. Henry Howard Earl of Surrey at age 29, 1546. Author unknown. Attributed to William Scrots.
5. Portrait of Isabella de Medici, 1550 ca. Uffizi, Florence.
6.The Portrait of Eleonora of Toledo with her son Giovanni is an oil painting (115×96 cm) by Agnolo Bronzino, dating from 1545 and housed in the Uffizi Gallery in Florence.
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